Aprender a crear una nueva realidad.

sábado, 29 de junio de 2019

La Visión También Es Holográfica

Los recuerdos no es lo único que el cerebro puede procesar de forma holográfica.
Otra de las cosas que había descubierto Lashley era que también los centros visuales del cerebro resistían sorprendentemente la excisión quirúrgica. Tras eliminar hasta el 90 por ciento de la corteza visual de una rata (la parte del cerebro que recibe e interpreta lo que el ojo ve), descubrió que la rata todavía podía realizar tareas que requerían una compleja destreza visual.
De manera similar, la investigación dirigida por Pribram reveló que se puede cortar hasta el 98 por ciento de los nervios ópticos de un gato sin que su capacidad para llevar a cabo tareas visuales complejas quede afectada seriamente.
Tal situación equivalía a creer que los espectadores de un cine podrían seguir disfrutando de la película aun cuando faltara el 90 por ciento de la misma; una vez más sus experimentos se oponían seriamente al entendimiento habitual del funcionamiento de la visión. De acuerdo con la teoría más novedosa de entonces, había una correspondencia de "uno a uno" entre la imagen que el ojo ve y la forma en que esa imagen se representa en el cerebro.
En otras palabras: se creía que cuando vemos un cuadrado, la actividad eléctrica de la corteza visual también tiene la forma de un cuadrado.
Antes, los teóricos de la visión creían que había uno correspondencia "uno a uno" entre la imagen que el ojo ve y la forma en que esa imagen se representa en el cerebro. Pribram descubrió que no es verdad.
Aunque parecía que descubrimientos como los de Lashley habían asestado un golpe mortal a esa idea, Pribram no estaba satisfecho.
Mientras estuvo en Yale, ideó una serie de experimentos para resolver la cuestión y se pasó los siete años siguientes midiendo cuidadosamente la actividad eléctrica del cerebro de monos mientras realizaban a cabo diversos ejercicios visuales. Descubrió que no sólo no existía esa correspondencia de "uno a uno", sino que ni siquiera había un patrón reconocible de la secuencia en la que se activaban los electrodos.
Escribió sobre sus hallazgos :
    "Estos resultados experimentales son incompatibles con la opinión de que sobre la superficie cortical se proyecta una imagen semejante a una imagen fotográfica".
Por otra parte, la resistencia que mostraba la corteza visual con respecto a la escisión quirúrgica indicaba que la visión también estaba distribuida por el cerebro, al igual que la memoria; cuando Pribram supo de la existencia de la holografía empezó a preguntarse si la visión no sería asimismo holográfica.

Lo cierto era que la propiedad del holograma de que "el todo está en cada una de las partes" parecía explicar que se pudiera eliminar una parte muy grande de la corteza visual sin afectar a la capacidad de llevar a cabo tareas visuales. Si el cerebro procesaba imágenes mediante una especie de holograma interno, un trozo muy pequeño del mismo bastaría para reconstruir la totalidad de lo que veían los ojos.

Explicaba asimismo la falta de correspondencia "uno a uno" entre el mundo exterior y la actividad eléctrica cerebral.

Además, si el cerebro utilizaba principios holográficos para procesar la información visual, no existía una correspondencia de "uno a uno" entre la actividad eléctrica y las imágenes vistas, como tampoco la había entre el remolino carente de significado que forman los patrones de interferencia sobre una placa holográfica y la imagen codificada en la misma.

Lo único que quedaba por saber era qué tipo de fenómeno ondulatorio podría estar utilizando el cerebro para crear los hologramas internos. En cuanto Pribram consideró la cuestión se le ocurrió una posible respuesta. Se sabía que las comunicaciones eléctricas que tienen lugar entre las células nerviosas del cerebro, o neuronas, no ocurren solas.

Las neuronas son como pequeños árboles con ramas; cuando un mensaje eléctrico llega al final de una de esas ramas, se irradia hacia fuera como las ondas en un estanque. La concentración de neuronas es tan densa que las ondas eléctricas - igualmente un fenómeno ondulatorio en apariencia - al expandirse, se entrecruzan constantemente unas con otras.
Cuando Pribram lo recordó, comprendió que con toda seguridad las ondas eléctricas creaban una colección caleidoscópica y casi infinita de patrones de interferencia y que éstos a su vez podrían ser lo que confería al cerebro sus propiedades holográficas.
    "El holograma había estado allí todo el tiempo, en el carácter de frente de onda de la conexión de las células del cerebro -observó Pribram- , sólo que no habíamos tenido el ingenio suficiente para darnos cuenta".

(Michael Talbot - Universo Holográfico).
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Teoría Holográfica-Un Gran Avance

En Yale, Pribram continuó sopesando la idea de que los recuerdos están distribuidos por el cerebro, y cuanto más pensaba en ello, más se convencía.
Después de todo, pacientes a quienes habían extirpado parte del cerebro por razones médicas, nunca sufrían una pérdida de recuerdos específicos. La eliminación de una gran parte del cerebro podía hacer que la memoria de un paciente se hiciera imprecisa en general, pero nunca nadie había salido de una operación con una pérdida de memoria selectiva.
De manera similar, personas que habían sufrido heridas en la cabeza en colisiones de tráfico y otros accidentes, nunca olvidaban a la mitad de su familia, ni la mitad de una novela que hubieran leído.
Ni siquiera la eliminación de una parte del lóbulo temporal (la zona del cerebro que había desempeñado un papel tan importante en la investigación de Penfield) creaba un vacío en los recuerdos de una persona.

FIGURA 1. Espejo divisor de rayos.
Un holograma se produce cuando un rayo láser se divide en dos rayos distintos. El primero se hace rebotar contra el objeto que va a ser fotografiado, en este caso, una manzana. Luego se permite que el segundo rayo choque con la luz reflejada del primero, y el patrón de interferencia resultante se graba en una placa.
Las ideas de Pribram se hicieron más firmes al no conseguir, ni él ni otros, duplicar los hallazgos de Penfield estimulando el cerebro de personas que no fueran epilépticas.
Ni siquiera el propio Penfield conseguía repetir sus resultados en pacientes no epilépticos.
A pesar de que había cada vez más indicios de que los recuerdos se encontraban distribuidos, Pribram seguía sin saber cómo podría hacer el cerebro semejante proeza, mágica en apariencia. Entonces, a mediados de la década de 1960, leyó un artículo en Scientific American sobre la construcción de un holograma y fue como un rayo para él. El concepto de la holografía no sólo le pareció deslumbrante, sino que además ofrecía la solución al misterio con el que había estado luchando.
Para comprender el entusiasmo de Pribram hay que entender un poco más acerca de los hologramas. Una de las cosas que hace posible la holografía es un fenómeno llamado "interferencia".
La interferencia es un patrón de entrecruzamiento que se produce cuando se cruzan entre sí dos o más ondas, como las ondas del agua. Por ejemplo, si se tira una piedrecita a un estanque se producen una serie de ondas concéntricas que se extienden hacia el exterior. Si se tiran dos piedras a un estanque se obtienen dos juegos de ondas que se extienden y pasan unas a través de las otras.
La organización compleja de crestas y senos que resulta de dichas colisiones se conoce como "patrón de interferencia".
Cualquier fenómeno de ondas similar puede crear un patrón de interferencia, como las ondas lumínicas y las ondas de radio. La luz láser es especialmente buena para crear patrones de interferencia, pues es una forma de luz extraordinariamente pura y coherente. Proporciona en esencia la piedra perfecta y el estanque perfecto. Por consiguiente, los hologramas, tal y como los conocemos hoy, no fueron posibles hasta que se inventó el láser.
Un holograma se produce cuando un rayo láser se divide en dos rayos distintos.
El primero de ellos se hace rebotar contra el objeto que va a ser fotografiado. Luego, se permite que el segundo rayo choque con la luz reflejada del primero. Cuando ocurre la colisión, se crea un patrón de interferencia que se graba después en una placa (véase fig. 1).
A simple vista, la imagen de la película no se parece en absoluto al objeto fotografiado. De hecho, guarda un cierto parecido con los anillos concéntricos que se forman cuando se lanza un puñado de piedrecitas a un estanque. Pero en cuanto se proyecta otro rayo láser a través de la película (o en algunos casos, simplemente una fuente de luz brillante), reaparece una imagen tridimensional del objeto original.
La tridimensionalidad de esas imágenes es a menudo misteriosamente convincente. En efecto, podemos andar alrededor de una proyección holográfica y verla desde diferentes ángulos, como haríamos con un objeto real. No obstante, cuando alargamos la mano intentando tocarla, descubrimos que atravesamos la imagen con la mano y que no hay nada en realidad.
La tridimensionalidad no es el único aspecto extraordinario del holograma.
Si cortamos por la mitad un trozo de película holográfica que contiene la imagen de una manzana y la iluminamos con láser, descubriremos que ¡cada mitad contiene la imagen entera de la manzana! Y si dividimos ambas mitades una vez más y otra y otra, sigue siendo posible reconstruir la manzana entera en cada trocito de película (aunque las imágenes se vuelven más borrosas a medida que los trozos van siendo más pequeños).
A diferencia de lo que ocurre en las fotografías normales, cada pequeño fragmento de película holográfica contiene toda la información grabada (véase fig. 2).

FIGURA 2.
A diferencia de lo que ocurre con las fotografías normales, cada parte de una película holográfica contiene toda la información de la totalidad. Así pues, si se rompe en pedazos una placa holográfica, se puede utilizar cada trozo para reconstruir la imagen entera.
Esa fue precisamente la característica que entusiasmó a Pribram, porque por fin ofrecía una vía para entender cómo estaban distribuidos los recuerdos en el cerebro, en lugar de ocupar una posición concreta en el mismo.
Si cada parte de la placa holográfica podía contener toda la información necesaria para crear la imagen completa, entonces debería ser igualmente posible que cada parte del cerebro contuviera toda la información necesaria para recordar un recuerdo completo.

(Michael Talbot - Universo Holográfico).
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El Cerebro Holográfico

No se trata de que el mundo de las apariencias esté equivocado; no se trata de que no haya objetos ahí fuera, en un nivel de la realidad. Se trata de que si penetras a través del universo y lo contemplas desde una perspectiva holográfica, llegas a un punto de vista diferente, a una realidad diferente.
Y esa otra realidad puede explicar cosas que hasta ahora eran inexplicables científicamente: los fenómenos paranormales, la sincronicidad o coincidencia de acontecimientos aparentemente significativa.
Karl Pribram, en una entrevista en Psychology Today.
El enigma que encaminó a Karl Pribram hacia la formulación de su modelo holográfico fue la cuestión de cómo y dónde se almacenan los recuerdos.
A comienzos de la década de 1940, cuando se interesó por ese misterio por primera vez, se creía en general que los recuerdos estaban localizados en el cerebro. Se creía que cada recuerdo (como el recuerdo de la última vez que viste a tu abuela o el de la fragancia de una gardenia que oliste a los dieciséis años) tenía una posición específica en algún lugar de las células cerebrales.
Esos rastros de los recuerdos se llamaban engramas y, aunque nadie sabía de qué estaban hechos - si eran neuronas o quizá algún tipo de molécula - la mayoría de los científicos confiaba en que sólo fuera cuestión de tiempo averiguarlo.
Había motivos que justificaban esa confianza. Las investigaciones dirigidas por el neurocirujano Wilder Penfield a principios de los años veinte habían producido indicios convincentes de que los recuerdos concretos ocupaban ubicaciones específicas en el cerebro. Uno de los rasgos más inusuales del cerebro es que no siente dolor directamente en sí mismo.
Siempre que el cráneo y el cuero cabelludo estén insensibilizados con anestesia local, se puede operar el cerebro de una persona que esté plenamente consciente sin causarle dolor alguno.
Penfield aprovechó este hecho en una serie de famosos experimentos. Cuando operaba el cerebro de personas epilépticas, aplicaba estímulos eléctricos en distintas zonas del cerebro. Descubrió asombrado que cuando estimulaba los lóbulos temporales (la parte del cerebro que se encuentra detrás de las sienes), sus pacientes, que estaban plenamente conscientes, experimentaban recuerdos vívidos y detallados de episodios pasados de sus vidas.
Un hombre revivió de repente una conversación que había tenido con unos amigos en Sudáfrica; un chico oyó a su madre hablar por teléfono y, tras varios toques del electrodo, fue capaz de repetir la conversación entera; una mujer se vio a sí misma en la cocina y podía oír a su hijo jugando en el exterior.
Incluso cuando Penfield intentaba confundir a sus pacientes diciéndoles que estaba estimulando una zona diferente cuando no lo estaba haciendo, descubrió que al tocar el mismo punto siempre evocaba el mismo recuerdo.
En su libro El misterio de la mente, publicado en 1975, poco después de su muerte, escribió :
    "Enseguida fue evidente que no eran sueños. Eran activaciones eléctricas del registro secuencial de la consciencia, un registro que se había ido formando durante la experiencia anterior del paciente. El paciente "revivía" todo aquello de lo que había sido consciente en ese periodo anterior de su vida como una película retrospectiva".
De sus investigaciones, Penfield dedujo que todo lo que hemos experimentado alguna vez queda registrado en el cerebro, desde la cara de cada una de las personas desconocidas que hemos vislumbrado en la multitud hasta las telas de araña que mirábamos fijamente de niños.
Pensaba que era ése el motivo de que siguieran surgiendo en su muestreo tantos recuerdos de acontecimientos insignificantes. Si la memoria constituye un registro completo de todas las experiencias diarias e incluso de las más triviales, era razonable suponer que una incursión al azar en una crónica de acontecimientos tan masiva había de producir una gran cantidad de información insignificante.
Pribram no tenía motivos para dudar de la teoría de los engramas de Penfield mientras era un joven neurocirujano residente. Pero luego ocurrió algo que iba a cambiar para siempre su forma de pensar. En 1946 fue a trabajar con el gran neurofisiólogo Karl Lashley en el Yerkes Laboratory of Primate Biology, sito entonces en Orange Park, Florida.
Durante más de treinta años Lashley había estado inmerso en una búsqueda incesante de los complicados mecanismos causantes de la memoria, y Pribram pudo contemplar de primera mano los frutos de su trabajo. Y se quedó perplejo al descubrir no ya que Lashley no había conseguido encontrar pruebas de engramas, sino que parecía además que sus investigaciones dejaban en el aire los descubrimientos de Penfield.
Lo que había hecho Lashley era adiestrar a ratas en varias tareas, como recorrer un laberinto, por ejemplo. Después, les eliminaba quirúrgicamente varios trozos del cerebro y volvía a someterlas a prueba.
Su propósito era extirpar literalmente la zona del cerebro que contenía el recuerdo de la habilidad para recorrer el laberinto. Descubrió sorprendido que no conseguía erradicarlo, extirpase lo que extirpase. A menudo resultaba perjudicada la capacidad motriz de las ratas, que se movían a trompicones por el laberinto, pero sus recuerdos seguían pertinazmente intactos incluso cuando les habían quitado trozos enormes de cerebro.
Para Pribram, aquellos descubrimientos eran increíbles.
Si los recuerdos ocupan posiciones específicas en el cerebro del mismo modo que los libros ocupan posiciones específicas en los estantes de una biblioteca, ¿por qué no les afectaban los saqueos quirúrgicos de Lashley?
Para Pribram, la única respuesta parecía ser que los recuerdos no estaban ubicados en sitios específicos del cerebro, sino que estaban extendidos o distribuidos de algún modo por todo el cerebro. El problema era que no conocía mecanismo o proceso alguno que pudiera explicar ese estado de cosas.
Lashley tenía más dudas todavía; poco después escribió :
    "A veces, cuando repaso los datos sobre la localización de los recuerdos, me parece que la conclusión inevitable es que no es posible aprender en absoluto, sencillamente. Sin embargo, y a pesar de esos datos en contra, a veces ocurre".
En 1948 ofrecieron a Pribram un puesto en Yale, pero antes de marcharse ayudó a Lashley a poner en limpio su investigación monumental de treinta años.

(Michael Talbot - Universo Holográfico).
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sábado, 22 de junio de 2019

Tú Creas La Realidad

Mientras tus pensamientos tengan más o menos la misma dirección, te encontrarás en la misma línea de vida. Tan pronto como tu actitud hacia la realidad cambia, en un modo u otro, los parámetros de tus ondas mentales adquieren nuevas características, y la manifestación material de tu mundo cambia de la línea antigua a una nueva. En esa línea, los eventos siguen un guión completamente diferente, de acuerdo con los parámetros de tu radiación. Si por alguna razón no te gusta el guión, lucharás tratando de cambiar la situación. Cada persona, cuando se le presentan obstáculos, reacciona negativamente, expresando disgusto o deprimiéndose. Así, tus ondas mentales se relocalizan en una línea donde habrá aún más obstáculos. Como resultado, la vida rodará cada vez más rápido cuesta abajo

Este proceso descrito arriba puede parecer incontrolable, pero de hecho, tú eres el único responsable de dirigir tu energía de manifestación a áreas problemáticas del espacio de variaciones. Tú crees que haciendo lo que estás haciendo estás efectivamente superando los obstáculos. Mientras en realidad, obtienes exactamente lo que eliges. Si eliges luchar con los obstáculos, entonces tendrás más que  suficiente de ellos para luchar. Si estás preocupado pensando sobre los problemas, entonces ellos  siempre estarán ahí en tu vida.

Tú estás dirigiendo tus acciones, así que tú puedes cambiar la situación en tu línea de vida actual,  pero no puedes cambiar nunca un guión en el espacio de variaciones. Tú eres sólo capaz de elegir otro guión. Mientras estás tratando de cambiar eventos desagradables en el guión dentro del espacio  de variaciones, estarás pensando precisamente en cosas que no te gustan. De este mismo modo, tu  elección se materializa con éxito, y obtienes exactamente lo que no quieres.

En el espacio de variaciones hay un infinito número de líneas de vida, destinos,  para cada persona en el espacio de variaciones. No tenemos razón para estar  molestos por nuestro destino, pues se nos ha dado el derecho a elegir. Nuestro  único problema es que no sabemos cómo hacer eso. El mundo se nos aparece  en su multitud de posibilidades, como si estuviera creado para satisfacer  cualquier posible necesidad. Cualquiera puede encontrar todo lo que siempre  quiso en este mundo.
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