Don Juan y Carlos Castaneda:
—Tenemos un predador que vino desde las profundidades
del cosmos y tomó control sobre nuestras vidas. Los seres humanos son sus
prisioneros. El predador es nuestro amo y señor. Nos ha vuelto dóciles,
indefensos. Si queremos protestar, suprime nuestras protestas. Si queremos
actuar independientemente, nos ordena que no lo hagamos.
—Pero ¿por qué este predador ha tomado posesión de la
manera que usted describe, don Juan? —pregunté—. Debe de haber una explicación
lógica.
—Hay una explicación —replicó don Juan—, y es la
explicación más simple del mundo. Tomaron posesión porque para ellos somos
comida, y nos exprimen sin compasión porque somos su sustento. Así como
nosotros criamos gallinas en gallineros, así también ellos nos crían en
humaneros. Por lo tanto, siempre tienen comida a su alcance. Quiero apelar a tu
mente analítica —dijo don Juan—. Piensa un momento y dime cómo explicarías la
contradicción entre la inteligencia del hombre ingeniero y la estupidez de sus
sistema de creencias o la estupidez de su comportamiento contradictorio. Los
chamanes creen que los predadores nos han dado nuestros sistema de creencias,
nuestras ideas acerca del bien y el mal, nuestras costumbres sociales. Ellos
son los que establecieron nuestras esperanzas y expectativas, nuestros sueños
de triunfo y fracaso. Nos otorgaron la codicia, la mezquindad y la cobardía. Es
el predador el que nos hace complacientes, rutinarios y egomaniáticos.
—Pero ¿de qué manera pueden hacer esto, don Juan?
—pregunté, en cierto modo más enojado aún por sus afirmaciones—. ¿Susurran todo
esto en nuestros oídos mientras dormimos?
—No, no lo hacen de esa manera, ¡eso es una idiotez!
—dijo don Juan, sonriendo—. Son infinitamente más eficaces y organizados que
eso. Para mantenernos obedientes y dóciles y débiles, los predadores se
involucraron en una maniobra estupenda (estupenda, por supuesto, desde el punto
de vista de un estratega). Una maniobra horrible desde el punto de vista de
quien la sufre. ¡Nos dieron su mente! ¿Me escuchas? Los predadores nos dieron
su mente, que se vuelve nuestra mente.
La mente del predador es barroca, contradictoria,
mórbida, llena de míedo a ser descubierta en cualquier momento. La única
alternativa que le queda a la humanidad —continuó— es la disciplina. La
disciplina es el único repelente. Pero con disciplina no me refiero a arduas
rutinas. No me refiero a levantarse cada mañana a las cinco y media y a darse
baños de agua helada hasta ponerse azul.
Los chamanes entienden por disciplina la capacidad de
enfrentar con serenidad circunstancias que no están incluidas en nuestras
expectativas. Para ellos, la disciplina es un arte: el arte de enfrentarse al
infinito sin vacilar, no porque sean fuertes y duros, sino porque están llenos
de asombro.
La “mente del
predador” no es otra cosa que un componente energético, de nuestro cuerpo
mental, ubicado en la esfera mental preconsciente, generado o creado en los
albores de la creación genética de la actual raza humana, de donde todos
venimos. Además, tiene su contrapartida a nivel global en forma de “malla
psíquica”, que ha rodeado y rodea el planeta desde entonces, formando parte de
la famosa “matrix” en la que todos vivimos a través de la manipulación de
nuestro inconsciente colectivo.
Esta influencia
energética externa, y el hecho de que poseemos componentes mentales hechos a
imagen y semejanza de las razas que nos crearon, es lo que nos genera parte del
comportamiento “humano” que damos por “normal”, en el sentido de que nuestra
psique incorpora, como decía Don Juan, una percepción del mundo que incluye el
miedo, la desconfianza, el juicio de unos sobre otros y sobre todo la
desconexión parcial y total con la otra
“mente”, o, más bien, con la otra parte del ser que somos, nuestra esencia, la porción de la creación eterna que es realmente
lo que nos define como seres humanos. La “mente
del predador” pertenece al sistema mental del cuerpo físico y orgánico que
usamos, actúa sobre el alma a nivel del cuerpo mental, mientras que la “mente del creador” pertenece al
espíritu, a las capas y cuerpos más altos de nuestro ser y sistema energético.
El hecho de
conectar con nuestro ser/esencia/yo superior/espíritu nos desconecta de la
mente barroca y dubitativa que todos poseemos, y por ende nos desconecta de
esta Matrix y este sistema de control. Por el contrario, nos conecta a los
planos superiores de existencia, nos conecta a la parte más alta de nuestro
ser, y nos abre las puertas a la “creación”, permitiéndonos salir de esta
“jaula” energética y psíquica bajo la que el ser humano vive, y ha vivido,
desde hace milenios.
Fuente: David Topi.