Imagínate que estás
sentado en una habitación totalmente a oscuras junto a una ventana. Todavía no ha amanecido, pero al mirar hacia
abajo y ver una forma inidentificable a tus
pies te das cuenta de que la luz empieza a entrar en la habitación.
Fascinado continúas
observando mientras, poco a poco, la habitación se va iluminando y empiezas a
ver el objeto con más claridad. De repente, y horrorizado, te das cuenta de que el objeto es una serpiente enroscada a
punto de atacar. Te quedas inmovilizado, con miedo a moverte por si la serpiente se lanza
sobre ti. Tu mente despliega desesperados pensamientos como: «¿Será venenosa? ¿Me
atacará si me muevo? ¿Cómo buscaré ayuda
si me muerde?». Te quedas sentado inmóvil como una piedra mientras la luz continúa iluminando lentamente la habitación.
Pero por alguna razón te
fijas en que la serpiente todavía no te
ha atacado. Empiezas a relajarte un poco
y a pensar con más claridad. Tu mente repasa con rapidez algunas posibilidades de fuga mientras tu cuerpo
permanece rígido e inmóvil. El sol aparece en el horizonte y por la ventana penetran los
primeros rayos del amanecer, llenando la habitación de una delicada luz dorada.
Entonces, al igual que la claridad de un relámpago ilumina la oscuridad de la noche, te
percatas de que en realidad la serpiente es una cuerda enrollada.
Tuviste miedo. Tu mente
se heló y luego reventó, desparramando pensamientos como si fuesen las esquirlas de un cristal roto.
Mientras tanto, tu cuerpo, rígido, bombeaba hormonas de estrés en tu sangre, preparándote para
la lucha. Puede que en esos pocos instantes
hayas envejecido años. ¿Por qué? Simplemente porque percibiste una amenaza donde no existía ninguna.
Nuestras vidas están
repletas de amenazas percibidas. Tenemos serpientes económicas, serpientes laborales, serpientes familiares. Incluso cuando nos dirigimos a una situación
agradable, como pudiera ser al cine o a la playa, el tráfico puede arruinarnos
el día, haciendo que hierva nuestra presión
sanguínea y explote en forma de berrinche. Somos la generación del «pelear o huir», que
percibe amenazas en todas las esquinas.
¿Cómo podemos cambiar
esas percepciones? ¿Cómo disfrutar de la plena luz del día, desenmascarando a todas esas serpientes, que
en realidad no son más que cuerdas inofensivas?
Siendo más Conscientes. La Conciencia es como la luz del sol. Esclarece las emociones e ilumina la mente. Las mentes embotadas
y las emociones turbias reflejan mal la
conciencia. Nuestra percepción está alimentada por ella. A la Conciencia Pura nunca podrá engañarle una cuerda.
La mayor parte del tiempo
nuestras mentes funcionan en piloto automático. La charla mental incesante es un buen ejemplo de mente desbocada.
La mente hiperactiva, tan común en la
actualidad que se la considera normal, despilfarra enormes cantidades de energía y no hace más que meternos en líos.
Otros síntomas son preocuparse por el futuro o vivir en el pasado, en el
aburrimiento, la frustración, la cólera, la ansiedad y el miedo. Todo esto no son más que cuerdas que
parecen serpientes. La conciencia embotada convierte nuestro mundo en un lugar
espantoso.
La conciencia está en todas partes en todo momento, lo que ocurre es que no nos fijamos en ella. Normalmente andamos preocupados con cosas, personas y pensamientos que ocupan nuestras vidas cotidianas. Somos conscientes de todo ello, pero ¿lo somos de la conciencia? No mucho. La mayoría no reconoceríamos a la Conciencia Pura si ésta se acercase a nosotros y nos estrechase la mano. Sin embargo, todo eso está a punto de cambiar.
La Conciencia Pura no puede captarse con el ojo de la mente. No es un objeto, una idea o una emoción. Por eso, hablar de ella puede resultar frustrante si lo que quieres es poseerla con la mente. No es algo físico, así que no puedes hacerte con ella y utilizarla como un martillo. No obstante, una vez que has experimentado la conciencia pura de manera directa, o en realidad no-experimentado, todo esto tendrá un perfecto y hermoso sentido. (Frank Kinslow).
La conciencia está en todas partes en todo momento, lo que ocurre es que no nos fijamos en ella. Normalmente andamos preocupados con cosas, personas y pensamientos que ocupan nuestras vidas cotidianas. Somos conscientes de todo ello, pero ¿lo somos de la conciencia? No mucho. La mayoría no reconoceríamos a la Conciencia Pura si ésta se acercase a nosotros y nos estrechase la mano. Sin embargo, todo eso está a punto de cambiar.
La Conciencia Pura no puede captarse con el ojo de la mente. No es un objeto, una idea o una emoción. Por eso, hablar de ella puede resultar frustrante si lo que quieres es poseerla con la mente. No es algo físico, así que no puedes hacerte con ella y utilizarla como un martillo. No obstante, una vez que has experimentado la conciencia pura de manera directa, o en realidad no-experimentado, todo esto tendrá un perfecto y hermoso sentido. (Frank Kinslow).